Mi camino hacia el coaching
Escribir para expiar mis emociones, es una práctica que tengo desde niña. Hace mucho tiempo no lo hacía, sin embargo la invitación a hacer este post me ha hecho retornar a ella y darme cuenta que, hoy al ser más consciente de mi interior, mi manera de escribir la historia se ha modificado.
Quisiera contarles la historia de mi transformación personal para ver si con ella logro darles a entender porque anhelo profundamente ser testigo privilegiado de la de otros seres que al igual que yo desean conquistar su libertad.
Llegue al mundo el año 1976 en medio de una familia humilde de Santiago y a un Chile en dictadura.
Mi madre era la única niña del matrimonio conformado por mis abuelos Tito y Olga. De los cinco hijos que tenían, mi madre era especial no solo por ser la única niña, sino porque además ella presentaba una deficiencia mental leve, pero que para la época y el contexto socio económico de su familia resultaba difícil de abordar. No desde el amor, porque ese siempre ha habido en esta familia, sino que desde lo referente a su escolaridad y redes de apoyo, en realidad inexistentes en esos años para una familia humilde.
Mi abuela anhelaba que su hija pudiese integrarse a compartir con otros de su edad, por lo que le permitió participar con sus vecinos.
Había según entiendo en ese barrio una familia con otro chico enfermo, él tenía polio. Quisiera ser justa en esta parte del relato, ya que no se con certeza si fue su madre quien lo propicio o fue una decisión autónoma de él, y tampoco se cuan inconsciente dada su condición fue mamá de sus actos, lo cierto es que este chico y mi madre comenzaron a tener intimidad.
De esos encuentros provengo yo, que vine a nacer en la familia de mi madre, el primer domingo de primavera de ese 1976 .Fui recibida, criada y amada como una más de ellos y más bien como la consentida de ellos.
He repasado en mi mente muchas veces la historia de mi concepción y la razón por la que la escribo aquí, es porque es parte central de mi proceso de transformación.
Fueron avanzando los años y fui creciendo en un ambiente lleno de afect, de estímulos y protección. Mis abuelos y mis tíos se encargaron de brindarme todo el amor y todas las oportunidades que les fue posible para borrar de mi cualquier sombra de tristeza que pudiese cruzarme, ellos realmente no querían que la ausencia de este padre y la presencia de esta madre con dificultades me coartarán ninguna posibilidad de hacer una vida plena.
Sin embargo, en la medida que avanzaban los años y mientras más veía como eran de bellos seres humanos mis tíos, mis abuelos y particularmente mi madre, más me preguntaba cómo había sido mi padre capaz de semejante atropello. Porque para mí por muchos años no hubo ninguna otra lectura más que esa respecto a mí concepción. Porque el rencor y el alma herida no permiten otra lectura de los hechos, más que aquella que más duele.
Con mi llegada la familia decidió salirse de ese barrio e irse a uno que en ese entonces resultaba más tranquilo Maipú. Aquí conocí a las más grandes amigas que la vida me ha dado y lo más importante explotó la semilla de Fe que mi bisabuela y sus relatos habían sembrado en mí.
Cruce exitosamente la escolaridad y me sorprendí con 17 años cumpliendo mi primer gran sueño, estudiar Ingeniería Civil Química. La Universidad fue una experiencia maravillosa, disfruté de éxitos y fracasos en compañía de un grupo de muchachos de una tremenda calidad humana, realmente disfrutamos el privilegio de estudiar en un país donde lamentablemente no muchos lo pueden disfrutar.
La enfermedad de mamá lejos de sembrarme dudas por el futuro juntas, me había impulsado con más fuerza a convertirme en una mujer independiente, profesional, capaz de generar los recursos que nos proporcionaran bienestar. Mi vida laboral tenía altos y bajos como todos y en realidad crucé todas las etapas de mi vida como todos. Sin embargo nunca pude disfrutar como todos, o al menos nunca sentí plenitud de mis logros como todos.
Culpe de esta insatisfacción por años a mi vida afectiva, ya que no era exitosa, uno tras otro mis proyectos de pareja se iban al tacho de la basura, dejándome el alma rota. Hasta que un buen día y precisamente en una de estas malas relaciones fue que comprendí la raíz de mi descontento y mi falta de plenitud.
Él me había dejado por una niña 20 años menor que el, y yo estaba molesta. Pero no me molestaba el que el ya no me quisiera, ni que quisiera a otra, yo entendía y aceptaba eso como parte de la libertad humana, lo que me embroncaba es que mientras que a mí me mantuvo en las sombras de una relación informal a ella la presentaba al mundo como su novia.
Cuando entendí este hecho comprendí que el no ser reconocida, por mi padre, por este novio y en mi mente por los hombres me tenía en un resentimiento permanente con ellos, que se los cobraba en una competencia de fuerzas entre ellos y yo, que les había hecho imposible verme como la mujer vulnerable y con deseos de ser amada que yo era.
Resuelta a resolver el problema, avance de mi terapeuta gestáltica, a un psicólogo y literalmente me lloré 36 años de dolor enraizados en mi inconsciente, que se resumían en un mensaje fuerte y claro inscrito ahí. “Marcela tu padre no te reconoció, tú no eres digna de amor”
Así de doloroso comencé a comprender porque mi auto exigencia desmedida, porque nunca me bastaba con mis logros, era simple en el fondo de mi alma yo no me quería, porque ese cariño dependía de un reconocimiento externo que no había existido.
Cuando fui capaz de compartir mi pena con mi familia, recuerdo que lloramos juntos, mi tíos lamentaron que mi alegre personalidad les hubiera hecho creer que estaba todo bien, yo lamente no haber confiado por miedo a herirlos, es que a veces el amor es tal que por no herirnos callamos.
Una vez terapeada comencé a darme cuenta que había mucho daño colateral, que si bien era cierto que el gran tumor estaba extirpado, había aun cosas que reparar, no es fácil cargar con semejante creencia limitante 36 años y después de la noche a la mañana ser otra. Por ejemplo yo no toleraba sacarme fotos y seguía teniendo miedo a enamorarme.
Mi amigo Oscar Avilez quien ya era coach, me ofreció su ayuda, tras un trabajo breve pero intenso, lo habíamos logrado…yo desde el 19 de Febrero del 2014 y tras un largo camino heroico había conseguido al fin ser una mujer libre y plena.
Como siempre había sido una amante del desarrollo personal y mis lecturas siempre fueron Bach, Dyer, Weiss entre otros Oscar identifico en mí y mi capacidad de resignificar mi historia, la semilla del coach y me sugirió que armásemos un proyecto, Zen Coaching Consultores Integrales, para ir en ayuda de más personas, mi primer paso formal fue esta certificación.
Al revisar todo este heroico camino que he recorrido para instalar una sonrisa sincera en mi rostro y en mi corazón y esta sensación de libertad y plenitud en mi alma, puedo resumirlo en una sola conclusión toda mi insatisfacción y todo mi dolor provenían de no amarme a mí misma, yo amaba a otros les entregaba todo mi corazón , pero no les permitía pasearse por el mío, porque yo no amaba ese lugar, lo encontraba indigno de amor, por lo tanto como iba a permitirle a alguien entrar ahí.
Lo que deseo con toda mis fuerzas, es compartir con otros, todo lo que hoy sé respecto a sanarse, a resignificar la historia personal, abrazarla hasta amarla, y encontrar en el fondo del alma el amor suficiente para perdonar hasta el último de sus personajes dolorosos y entender que incluso cuando ellos no fueron capaces de vernos, ni reconocernos, eso no guarda relación con nuestro propio valor personal.
Mi intención es trabajar con las personas y contribuirles a encontrar la senda hacia su propio amor, el que les permita realinearse con sus valores para poder vivir con pasión, y desarrollar una actividad que no solo les de sustento a sus vidas sino que también les dé sentido a sus corazones.
He trabajado como ingeniero más de 10 años y he observado como los profesionales entorpecemos el progreso del trabajo en equipo con nuestros miedos y egos impidiéndonos compartirnos y contribuirnos los unos con los otros libremente.
Al convertirnos en seres humanos plenos y libres, seremos capaces de darnos sin miedos a los demás impactando el grupo y transformándonos en su motor, de esta manera no solo al interior de nuestra familia seremos exitosos sino que convertiremos nuestro equipo de trabajo y nuestra empresa en una máquina de energía y productividad.
Al mirar hacia atrás todos esos años en que los colores de la vida no fueron tan resplandecientes como hoy, las preguntas que me motiva a ayudar a transitar el heroico camino hacia uno mismo a otros son:
“¿Cómo sería tu vida si te amaras enteramente tal cual eres?” “¿Cómo sería tu vida sin miedos?”